Me abandono, me vacío de pensamientos, de voces, de todo lo que me daña, y dejo que, suavemente, el cuerpo se me vaya.
Camino hacia un lugar distinto, un sitio oscuro que no recuerda mi mirada, y allí, me fundo con su aroma, con su sabor irreconocible, fantasma.
La boca se me llena de colores, el cuerpo de silencios que palpitan cerca del agua, y siento que está conmigo y me posee, adueñándose de mi alma.
Él es quien me ama.
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