tu pubis, dime, tus acantilados
donde las manos se me despeñaban,
dime qué fue, tu deja, tu artería.
Y estoy de ida, pero vuelvo cedo,
y estoy deleble a tu mirada esponja,
y estoy tamiz para que no me pases
sino en harina de recuerdo, en queja
candeal.
Todavía te sostienes
dentro de mí como un almiar reliquia
de pasadas cosechas,
como el sobrado de una casa en ruinas
donde el aire se enreda, como el arca
desvencijada donde
un fino ajuar no usado amarillece.
Tu belígera lengua, tu acomodo
labial, tu ronco desenfreno,
tu peso, muslos, dime
qué fue.
Conservo las cavernas
que dejaron tus aguas
al retirarse y llamo algunas noches
y aún retumbas lejana
por mi roqueña intimidad, goteo,
rezumo aún, desgaste y no termina
de tiempo aquel que es éste y ya no existes.
Este aquel día que me va y me viene
como desasistido ya, sin cuerpo,
tu cuerpo, sin más bridas
que frenen su desboque hacia otra nada;
este aquel modo yerto
de ir pasando por ti, que me reclama,
por mí, que me concita
al abandono y sigues en mis huesos.
Tu tibieza aledaña, mi jadeo,
tu hontanar, mi desmonte,
qué fue, y este saberte
de ayer, mi desolvido,
mi tu sonrisa atroz, mi desventura.
Leer más poemas de este autor en el blog BESOS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario