"EL DERECHO AL BESO" (ius osculi),
de la Antigua Roma.
Tomado de la edición de
Manuel Antonio Marcos Casquero
en: Plutarco.- Cuestiones Romanas.
Madrid, Akal, 1.992
Escena de fresco de Pompeya, banquete al aire libre, siglo I d.n.e. |
Sabemos que a
Plutarco le llamó la atención el hecho de que en Roma sólo acostumbraran a
besar las mujeres, aunque restringiendo la costumbre al ámbito familiar. Y
cuatro son las explicaciones que de ello propone.
A)
EL BESO SE HABÍA IMPUESTO PARA
DESCUBRIR SI LAS MUJERES HABÍAN BEBIDO VINO, cuyo consumo tenían prohibido.
El propio Plutarco remonta esta prohibición a los tiempos de Numa. En el
paralelismo que establece entre LICURGO y NUMA, 3, podemos leer:
«si bien Numa mantuvo para las casadas todo el respeto y honor con
que fueron reconocidas en tiempos de Rómulo con motivo de su rapto (Q.R., 85),
les impuso, no obstante, la exigencia de un pudor exquisito; les vedó el ser
bulliciosas, las enseñó a ser sobrias y acostumbrólas al silencio; de manera que
no probaban absolutamente ni una gota de vino, y en ausencia de sus maridos no
hablaban más que lo necesario».
Dionisio de Halicarnaso (Antigüedades Romanas, 2, 25, 6) en
cambio, atribuye la prohibición al propio Rómulo, aportando datos muy
interesantes. En efecto, si una mujer cometía algún delito, el perjudicado era
quien debía actuar como juez e imponer el castigo. Solamente el delito era
juzgado por la propia familia: en el caso de adulterio y cuando se descubría
que había bebido vino. Y fue el propio Rómulo quien permitió castigar ambas
faltas con la muerte.
¿Tan grave se consideraba que la mujer probase el vino? Según
Dionisio de Halicarnaso, entre los griegos ello se consideraría apenas una
falta mínima; pero Rómulo opinaba que, si el adulterio era el principio de una
locura temeraria, el vino, a su vez, era el inductor del adulterio. Por eso,
durante mucho tiempo se mantuvo en Roma el más inflexible castigo.
Idéntica es la opinión de Valerio Máximo (2, 1, 5): «Vini usus
olim Romanis feminis ignotus fuit, nec scilicet in aliquod dedecus
prolaberentur, quia proximus a Libero patre intemperantiae gradus ad
inconcessam Venerem ese consueverit».
No sin motivo se empleó con frecuencia el juego fónico «vinus-Venus».
«El uso inmoderado del vino cierra la puerta a todas las virtudes
y abre la de todos los vicios», nos dice Valerio Máximo (6,3,9) comentando el
castigo ejemplar impuesto por Egnatio Meceno a su esposa bebedora, castigo que,
junto con otros, menciona también Plinio (Naturalis Historia., 14, 1): Egnatio
Mecceno, al sorprender a su mujer bebiendo de un barril («non licebat vinum
feminis Romae bibere»), la mató a latigazos, «eumque caedis a Romulo absolutum».
En los «Anales» de Fabio Pictor leyó Plinio que una matrona fue
condenada a morir de hambre porque había abierto un cofrecillo en el que
estaban las llaves de la bodega. Y sus propios familiares fueron sus jueces: «a
suis inedia mori coactam». Y añade: «POR
ESO DICE CATÓN QUE SE BESA A LAS MUJERES: PARA SABER SI HUELEN A VINO».
Cuenta, finalmente, que el juez Cn. Domicio estableció que a toda
mujer a la que se descubriera bebiendo más vino que el que beneficia a su
salud, y sin saberlo el marido, se le impusiera una multa equivalente a la dote
que aportó.
También Aulo Gelio 10,23, se hace eco de la abstinencia forzosa de
las mujeres y de que «institutum ut cognatis osculum ferrent deprehendendi
causa ut odor iudicium facere si bibisset».
La idea se vuelve a encontrar en Tertuliano (Apologeticus, 6)
quien alude también al caso de Meceno.
Aulo Gelio recoge, una vez más, el criterio –cuyo paladín
prefigura en Marco Catón- de considerar delitos máximos, todos ellos en la
mismalínea, la infamia, el adulterio… y el consumo del vino, siempre que las
tres cosas las hicieran las mujeres: «Vir, cum mulier divortium fecit, mulieri
iudez pro censore est, imperium quod videtur, habet; si quid perverse taetreque
factum est a muliere, multitur; si vinum bibit, si cum alieno viro probi quid
fecit,condempnatur».
(…)
(pp. 127-129)
B)
La segunda
explicación, muy simplista, busca una base legendaria cuya autoridad atribuye
Plutarco a Aristóteles, posiblemente en sus «Instituta Barbarica». No obstante,
Plutarco afirma que el relato se halla también en otros autores.
Al abordar el mismo tema,
Dionisio de Halicarnaso (Antigüedades Romanas, 1) recoge diferentes opiniones
contrastadas de distintos griegos: Cefalón de Gergis, Helánico de Lesbos,
Damnates de Sigeo, Calias, etc…, aunque se detiene especialmente en el relato
de Aristóteles, el filósofo.
A él vuelve a referirse, sin
nombrarlo, en «Moralia»,243 E (Mulierum virtutes 1, Troianae) y «Romulo» 1:
los troyanos han llegado a las
costas italianas, en el mar Tirreno, asentándose a orillas del Tíber con el propósito
de pasar el invierno. Cansadas de vagar por los mares, las mujeres, encabezadas
por una de ellas, llamada Roma, incendian las naves. Asustadas de su
intrepidez, salen al encuentro de sus maridos, que acudían presurosos a apagar
el fuego, y tratan de aplacarlos con besos y abrazos. Los troyanos, carentes de
naves, se ven forzados a asentarse en el Palatino. No tardan en darse cuenta de
que les va mejor de lo que esperaban y de que los nativos son benévolos con
ellos. En reconocimiento de ello dan al poblado que han levantado el nombre de
Roma. Y concluye diciendo en «Rómulo» 1: «DICEN
QUE DE ENTONCES VIENE LAPRÁCTICA, AÚN VIGENTE, DE QUE LAS MUJERES SALUDEN CON
UN BESO A SUS FAMILIARES Y A SUS PROPIOS MARIDOS, porque así fue como aquéllas
recibieron a los hombres después del incendio de las naves, por miedo y por
aplacar su ira» (…)
(pág. 131)
C)
PARA DEMOSTRAR QUE TENÍAN MUCHOS
FAMILIARES. Simple
explicación maliciosa y misógina basada en la supuesta vanidad femenina.
(pág. 131)
D) De mayor valor psicológico es la
última explicación que ofrece: SE
TRATARÍA DE UNA DESCARGA AFECTIVA DE LA PROHIBICIÓN DE CASARSE ENTRE
CONSANGUÍNEOS, reduciéndose el contacto al beso.
(pág. 132)
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